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Excepcional demostración de arte

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6 de febrero de 2016

 

Brilla el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena de Xocén

El teatro, cuando está bien hecho, enseña. Y el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena de Xocén lo hizo a la altura de los grandes escenarios, con una fuerza escénica que alcanzó niveles poéticos.
“La dama boba”, una adaptación de Elena Garro a la obra de Lope de Vega, fue la mejor de las enseñanzas en el marco de la inauguración del Programa de Escuelas Universitarias del Movimiento de Regeneración Nacional, en el espacio escénico de Xocén.
Todo un pueblo en una excepcional demostración de arte, sin el menor atisbo de duda respecto de las cualidades histriónicas de los mayas, fue lo que ayer por la tarde se vio en Xocén, al poner el ejemplo de que la educación es el mejor de los caminos para transformar este país.
Lo que se vio ayer fue digno de los mejores reconocimientos a nivel mundial en materia teatral. El cronista, a quien por momentos se le anudaba la garganta de ver las actuaciones, está seguro de que los asistentes acudieron a una de las mejores representaciones que hubieren visto en sus vidas.
En maya y en español, el espacio escénico de Xocén se vio invadido por el arte de una obra en la que no sólo hubo enseñanzas, sino fuertes críticas sociales, de género e incluso al histórico centralismo que padecemos en México, donde los habitantes de la capital del país y los políticos que en ella habitan creen que son el todo, cuando este país es mucho más, es de una rica diversidad que se va mostrando en los diálogos, en las escenas, en el vestuario.
En la obra, Avelino Juárez, presidente municipal del pueblo de Tepan, se encuentra desesperado porque a pesar de sus múltiples cartas a la Ciudad de México, las autoridades no le envían un maestro que enseñe a leer y a escribir al pueblo.
Un día, en el vecino poblado de Coapa confunde a unos actores que representaban la obra “La dama boba”, de Lope de Vega, y secuestra al actor que hace de maestro y se lo lleva sin saber que en realidad era un histrión.
En una serie de diálogos que van construyendo fuertes críticas sociales y culturales, pero que muestran la realidad de nuestro país, Avelino convierte al actor en profesor y la alumna inicial es su hija Guadalupe Juárez, una joven con un notable sentido común, que sabe más de la vida y que si hubiera ido a una universidad, que se roba al maestro.
Francisco, el actor-maestro, a pesar de odiar al pueblo de Tepan por haberlo secuestrado, acaba enamorado de Guadalupe y de todo lo que la cultura indígena representa, con una sensibilidad que hace emerger no sólo en el desarrollo de la obra, sino en quienes la miran, la sencillez y la magia de un pueblo.
Al mismo tiempo descubre que la vida no es solamente la Ciudad de México, la política y lo que se mira desde las grandes urbes, sino lo que representa un mundo lleno de gente que pese a no saber leer ni escribir le otorga las lecciones más importantes de su vida.
Con ello, el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, que inició Alicia Martínez Medrano, demuestra una vez más que no hacen falta los grandes escenarios ni las representaciones del llamado teatro institucional, porque tiene la fuerza de la independencia cultural, apuntalada por la grandeza de los mayas.
Las actuaciones de Yamili Dzib como Lupe, de José Yerves Cituk, como Avelino, de Alvaro Hernández Pérez, como Salvador, de Adalberto Sánchez Morales, José Cauich Canul y José de la Cruz León, como los Jilotes, y de Francisco Gómez García como el maestro-actor, son notables, pero no lo serían si no estuvieran apuntaladas por todo un pueblo como Xocén, cuyos habitantes representaron la historia con maestría.
La bienvenida a los asistentes la dieron los h-menes Fermín Dzib May y Pablo May Cauich, así como el comisario Miguel Citul Pech; la dirección de la obra corrió a cargo de Delia Rendón Novelo.
Al finalizar la representación, la coordinadora general del Programa de Escuelas Universitarias, Raquel Sosa Elízaga, entregó reconocimientos y fotos a Fermín Dzib May, consistentes en una fotografía con Carlos y Cristina Payán, así como una representación de la Coyolxauqui. Y para no olvidar que estamos en Yucatán, todo cerró con una hermosa, hermosísima jarana que bailaron los actores indígenas. 

 

Con información de La Jornada Maya.

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